Aunque asomado al Estrecho de la Florida y, por tanto, en el Atlántico, puede decirse que Cayo Santa María es Caribe puro. Kilómetros de playas fabulosas, aguas poco profundas protegidas por una de las barreras de coral más extensas y mejor conservadas del planeta, multitud de cayuelos cercanos -de nombres tan sugerentes como Las Brujas, Ensenachos, Cayo Majá, Cayo Francés o Español de Adentro- unidos por canales de ensueño, vegetación salvaje de manglares, colonias de flamencos rosados que se alimentan al amanecer en las aguas de la bahía de Buenavista ofreciendo al visitante un espectáculo único… todo ello, junto a un mar color turquesa y el sol abrasador hacen de este un lugar privilegiado, Reserva Natural de la Biosfera, que nada tiene que envidiar a los cayos e islotes de la costa sur.
En avión, Cayo Santa María está a poco más de media hora de La Habana. Por tierra (380 kilómetros), son cinco horas largas y al llegar por carretera sobreviene la primera maravilla. El cayo, o mejor dicho, los cayos (pues en realidad son tres principales alineados, Las Brujas, Ensenachos y Cayo Santa María) están unidos a la localidad de Caibarién por un espectacular camino de piedras que atraviesa la bahía de Buenavista.
Esta increíble carretera sobre el mar, de 48 kilómetros de largo y con 46 puentes que permiten el flujo de las aguas, es el primer regalo al visitante, especialmente si uno lo recorre al amanecer o al atardecer, cuando miles de aves acuáticas se alimentan en las aguas someras del bajo de Guaní, uno de los muchos parajes extraordinarios del Archipiélago Sabana Camagüey, un impresionante circuito de más de 170 kilómetros de playas y paisajes naturales vírgenes que constituyen una opción única entre los destinos turísticos de la geografía mundial.
Cuando uno llega por primera vez a Cayo Santa María y se alberga en uno de sus hoteles puede traer consigo abatimientos o penas irresolubles. No pasa nada. Este, sin duda, es el mejor lugar para enterrar los problemas en las arenas finísimas del cayo o en sus aguas cálidas, habitadas por estrellas de mar y peces de mil colores. Aquí poner la mente en blanco a la sombra de un cocotero y entre lagartos, o disfrutando del vuelo de los gavilanes y los pájaros carpinteros, es un ejercicio iniciático que cualquiera puede practicar con bastantes garantías de éxito. Cayo Santa María y el resto de los islotes que forman la cayeria de Herradura integran una extensa área considerada Refugio de Fauna, donde habitan numerosas especies de reptiles, anfibios, peces, aves y mamíferos endémicos de la zona, como la singular jutía rata. Su naturaleza salvaje, unida a un laberíntico sistema de canales entre los cayos, confiere a la zona un valor especial para aquellos que pretendan dedicarse a la contemplación del entorno natural al tiempo que disfrutar de la oferta de sol y paradisíacas playas.
Todos los días salen de la zona excursiones a hacer snorkel a la barrera coralina y a otro punto de buceo situado cerca de los restos del buque de San Pascual, conocido aquí como el Pontón, una atracción en sí misma. El barco es una verdadera rareza naval, construido de hormigón armado en astilleros de San Francisco, California, en 1920, y encallado en la zona tres lustros después por la Punta Alegre Sugar Company ante su fracaso para navegar. Durante años, la compañía azucarera utilizó sus cisternas para almacenar mieles de caña para exportar -todavía contienen sus restos-. Fue ya en los años noventa, después del paso de un huracán que dañó su estructura, que se reconvirtió en atracción turística, para lo cual se habilitaron 10 camarotes, prepararon restaurantes y bares y se aprestaron vías y pasarelas para hacer posible su recorrido.
El buque se San Pascual es otro islote más de Cayo Santa María y puede visitarse tanto su interior como bucear alrededor de su embrujada estructura hundida. Toda la zona es mágica. Si vas en catamarán, puedes detenerte en canalizos y piscinas naturales desde donde es posible llegar a nado a playas prácticamente inexploradas.
Cayo Santa María tiene dos kilómetros de ancho y 13, 5 de longitud, 10 de ellos de fabulosas playas, como las de Perla Blanca, Las Caletas, Cañón y Cuatro Puntas, absolutamente vírgenes hasta que terminó de construirse el pedraplén a finales del siglo pasado. Esta carretera, premiada internacionalmente por su respeto al medio ambiente, parte de Caibarién, pequeña ciudad de 40.000 habitantes en la costa norte de Villa Clara que todavía conserva las casonas, almacenes y palacetes de su época de esplendor, cuando era puerto comercial.
Una de las grandes ventajas de Cayo Santa María que la diferencia de otros islotes es su conexión con tierra firme, que permite al viajero combinar sol y ciudad. A 60 kilómetros está Remedios, la octava villa fundada por los españoles en Cuba (1514), que conserva plazas, iglesias y calles coloniales con soportales y columnas que son de postal. La historia singular de su fundación, ligada a los ataques de corsarios y a las peores ambiciones humanas, fue recogida por el ilustre historiador y etnólogo cubano Fernando Ortiz en el libro ‘Una pelea cubana contra los demonios’, de lectura recomendable, del que a comienzos de los años setenta hizo una película del mismo nombre el afamado cineasta Tomás Gutiérrez Alea.