Pasear por la reverdecida Alameda de Paula, callejear sin prisas desde la Plaza de San Francisco hasta la de Armas por la estrecha calle de los Oficios, junto con Mercaderes la más antigua de La Habana, ascender luego por la bullanguera calle del Obispo hasta el Parque Central, donde hoy se alzan rehabilitados el Gran Teatro de La Habana y avanza la restauración del emblemático Capitolio Nacional, es sin duda uno de los grandes alicientes y placeres de viajar a Cuba . No por casualidad el 60% de los visitantes que llegan a la isla cada año pasan por el centro histórico de la capital, poseedor de más de 700 edificios de alto valor arquitectónico y uno de los conjuntos coloniales más grandes y mejor conservados de América, declarado por ello en 1982 por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Al recórrelo, en estos días de recogimiento por la muerte del líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, cuando los cantantes han cesado en sus cantos y locales centenarios como El Floridita decidieron cerrar sus puertas en señal de duelo, uno se percata de que la obra de la restauración está bien viva y cobra fuerza con la mirada puesta en el 500 aniversario de la fundación de la villa, el 16 de noviembre de 2019.
La fecha está grabada a fuego en la memoria de La Habana y de sus vecinos. Y por ello, el pasado 15 de noviembre, como todos los años, miles de personas se reunieron en El Templete para perpetuar la tradición de darle tres vueltas a la ceiba que es símbolo de la que hubo plantada allí cinco siglos atrás, donde se ofició la misa fundacional de la ciudad. Con esa carga de historia sobrevolando el presente, fue el Historiador de La Habana, Eusebio Leal, responsable de la reconstrucción que salvó la vieja ciudad, quién se dirigió a los presentes: “¿Qué es La Habana?”, preguntó.
Y él mismo respondió: “Un misterio, un estado de ánimo donde su fundieron las arquitecturas, estilos, las formas, para que todo en ello se adecuará a lo que nos gusta”.
Es sabido que La Habana no puede comprenderse sin su mar y sin su bahía, el antiguo Puerto de Carenas, llamado así porque en él recalaban las flotas y se carenaban los navíos que venían a hacer las Américas. Y tampoco sin la Alameda de Paula, el primer paseo que tuvieron frente a ella los vecinos de la ciudad amurallada y que hoy vuelve a cobrar vida en la Avenida del Puerto gracias a la labor de la Oficina del Historiador de la Ciudad. A la recuperación de este paseo, de la zona de los muelles y el edificio de la antigua Aduana, se suma todo un plan que rehabilitará la zona entera tras extraer de ella la industria, además de acometerse otras grandes obras restauradoras en diversas partes de la antigua villa.
Ahí está reabierto ya al público el exquisito teatro Martí, historia pura, fundado en 1884 por el vasco Ricardo Irioja y donde funcionó la primera convención constituyente en 1901 bajo la intervención norteamericana, tras el fin de la Guerra de Independencia. También el Gran Teatro de La Habana, en un inicio Tacón, donde se estrenó el himno de Galicia y actuaron figuras como Sarah Bernhardt, Enrico Caruso, María Guerrero y por supuesto la bailarina Alicia Alonso, cuyo nombre lleva hoy la instalación.
Es imposible pasar de largo ante este inmueble, que engloba también las dependencias de la antigua sede de la Sociedad del Centro Gallego y destaca por su majestuosa fachada neobarroca -obra del arquitecto belga Paul Belau, que participó también en el proyecto del palacio Presidencial-, que por sus abigarrados y delirantes conjuntos escultóricos el escritor cubano Alejo Carpentier bautizó como “el pastel de cumpleaños”.
A su vera la Manzana de Gómez se reconstruye para ser un gran hotel, y más abajo, de nuevo a orillas del mar, en la Plaza de la Catedral, acaba de reinaugurarse la antigua Casa del Marques de Arcos, que después de vivienda palaciega fue el Liceo Artístico y Literario de La Habana, majestuosa casona erigida en 1741, antes que el templo principal de La Habana y cuando la zona era un lugar sin importancia conocido como Plaza de la Ciénaga. Pero, sin duda, la mayor empresa que se ejecuta y deslumbra en estos momentos es la de la resurrección del Capitolio Nacional, donde se encuentra el famoso salón de los Pasos Perdidos y se alberga el diamante que ubica el kilómetro cero de la Carretera Central. El Capitolio volverá a ser sede en breve del Parlamento y de este modo volverá a La Habana Vieja el símbolo de la soberanía nacional. Admirar hoy en su imponente escalera de granito las dos estatuas de bronce que representan el Progreso de la Actividad Humana y la Virtud Tutelar del Pueblo, obra de Ángelo Zanelli, el mismo famoso escultor que hizo el Altar de la Patria del monumento al Rey Víctor Manuel en Roma, es transportarse a otras épocas y recrearse con la maravilla de una de las ciudades coloniales y también eclécticas más bellas del mundo.