Empieza a amanecer y no hay mayor placer en Punta Madruguilla, en el extremo noroeste de Cayo Santa María, que echarse a nadar mar adentro y bucear entre los corales de fuego que uno se topa en las aguas someras de la parte más rocosa de este islote principal de la cayería de la Herradura. Hay corales como cuernos de venado y también los hay tallados en forma de cerebro, y mientras avanzas despacio y con la mente azul abrazado por estas aguas cálidas y amistosas, caes en la cuenta del inmenso privilegio que es estar aquí.
Cuba es la isla mayor del Caribe, eso lo sabe todo el mundo. Menos viajeros son conscientes de su condición de archipiélago del que forman parte unos 4.500 cayos, con cientos de kilómetros de playas vírgenes y abundantes especies de flora y fauna exclusivas de la zona, lo que convierte estos islotes en verdaderas reservas de la naturaleza. Te lo dices mientras nadas y el agua del mar te va purificando por dentro, y en eso a tu lado pasa entre las rocas un pez loro y te quedas mirándolo extasiado.
Luego compruebas que el 60% de los cayos mencionados se encuentran entre la península de Varadero (Matanzas) y la bahía de Nuevitas, en Camagüey, en el norte de la isla. Este fantástico subarchipielago abarca una franja de 465 kilómetros de largo y es conocido como Los Jardines del Rey, bautizado así en 1514 por el adelantado Diego de Velázquez debido a su enorme belleza natural y en honor al entonces Rey de España, Fernando el Católico. Se trata de un paraíso laberíntico de islotes, cayuelos, manglares y canales interconectados del que forman parte grandes cayos, como Cayo Coco, Cayo Guillermo y Cayo Santa María -hoy ya polos turísticos bien consolidados, en los que la cadena Meliá administra 10 hoteles-, que disfrutan además de una característica muy singular: se encuentran protegidos por una barrera de arrecifes de coral de más de 400 kilómetros de largo, considerada entre las más importantes del planeta junto con la Gran Barrera Australiana y el Gran Arrecife Mesoamericano.
Aproximadamente en el centro de Los Jardines del Rey se encuentra Cayo Santa María (de 13,5 kilómetros de longitud y dos en su parte más ancha), que junto a los vecinos Cayo Ensenacho y Cayo Las Brujas están unidos a la isla de Cuba por un pedraplén de 48 kilómetros de largo que parte de la localidad de Caibarién y atraviesa la impresionante Bahía de Buenavista. Cuando uno navega por este camino marino y desembarca en Punta Madruguilla, donde se encuentra el hotel Meliá Buenavista, se percata de que ha llegado a un espacio muy especial cargado de energía y de paz: es este un lugar para perderse… o para encontrarse a uno mismo.
Después de nadar entre peces de mil colores y disfrutar de los caprichosos sueños dibujados en los corales, cuando regresas a Playa Madruguilla (la de fondos más rocosos) o a cualquiera de las otras playas de arenas finísimas que rodean el Meliá Buenavista, estás listo para olvidarte de todo y entregarte al placer de sentir. El Meliá Buenavista es el lugar más indicado para ello. Sus 105 exclusivas habitaciones tienen categoría The Level, con servicio de mayordomía para cada cliente y todos los lujos y prestaciones de la planta ejecutiva de Meliá, pero en medio de una reserva de la biosfera (la única que posee Cuba, en la bahía de Buenavista) en una instalación con tres paradisíacas playas privadas, sólo para adultos. Un lugar especialmente pensado para parejas, donde el trato es excelente y hay gazebos sobre pilotes en la playa, pero lo que más deslumbra e impone es la tranquilidad y el silencio.
El hotel está rodeado de espectaculares bosques de mangle rojo y negro, y si uno tiene paciencia y curiosidad puede dejarse llevar por su naturaleza salvaje e ira descubriendo, entre baño y baño -o entre paseo y paseo- muchas de las especies endémicas de la flora y fauna que hacen de Cayo Santa María un regalo maravilloso: chipojos azules, tocororos (el ave nacional de Cuba), gavilanes pescadores, largatijas prietas de Santa María, flamencos, mamíferos como la jutía rata o decenas de moluscos de extraños nombres…; una diversidad tan sugerente y discreta como la intimidad de las instalaciones y la calidad del servicio del Meliá Buenavista, donde uno encuentra la paz con mayúsculas añadida al lujo y el confort, no por gusto este Meliá ecológico es uno de los hoteles más premiados y mejor valorados de toda la isla.
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Si todas las habitaciones son amplias suites con vista al mar, a disposición de los viajeros más exigentes y con necesidad de aislamiento total está Villa Zaida -decorada con obras de la artista plástica Zaida del Río-, una casa de madera de una sola habitación ubicada en medio de la vegetación y construida al estilo de las viejas casonas de Caibarién. Desde sus soportales y terrazas un sendero de embrujo conduce al comienzo de la Playa Cañón, de increíbles arenas blancas que resplandecen y barren las preocupaciones de tus pensamientos.
En el corazón de Villa Zaida y de todo el hotel está Lisandro, el director de Bebidas y Alimentos, que es mucho más que eso y capaz de alistarlo todo para que tus experiencias aquí sean inolvidables. Empezar el día nadando en la playa desierta y cargada de energía es algo difícil de igualar, pero también lo es, dice Lisandro, asistir a una puesta de sol en Playa Madruguilla con una copa de cava y el sonido de un saxofón interpretando Sumertime o cualquier otro tema de jazz mientras el cielo se incendia de rojo y de naranjas. Cada día se celebra la ceremonia. Y cada día es distinta. Depende de las nubes, Del mar, De la luz de la tarde. De la inspiración del saxofonista… Y, lo más importante, del estado mental alcanzado si uno ha sido capaz de dejarse llevar por los secretos y las bendiciones de Cayo Santa María.