Desde hace algunos meses cada jueves algo muy especial viene sucediendo en el corazón de La Habana. Al caer la tarde, justo en el lugar donde el hotel Tryp Habana Libre se asoma a La Rampa, en el barrio del Vedado, una joven de voz dulce y reflexiva sorprende a los viajeros y clientes en un nuevo bar que rompe moldes. Su nombre es Lisset Díaz y los temas que interpreta poco tienen que ver con los ritmos tradicionales de la música cubana. El sonido de Sweet Lizzy Project -que así se llama el grupo compuesto por seis amigos, incluida Lisset- puede definirse como una mezcla de indie folk y pop, y este repertorio alternativo y sus letras en inglés atrapan a quienes pasan por el lobby del Habana Libre, antiguo Hilton, donde hoy funciona un espacio singular de nombre Adán y Eva.
En una ciudad donde existen verdaderos santuarios del cóctel como el Floridita o el Sloppy Joe, el Adán y Eva es una apuesta intrépida e innovadora y en ella Sweet Lizzy Project encaja a la perfección. Asomado a la calle 23, con amplios ventanales a la avenida donde todavía abren sus puertas algunos de los viejos clubes que forman parte de la mitología nocturna de La Habana, el Adán y Eva es un proyecto en un establecimiento (bar Siboney) que hace honor a un trago combinado, pero es también arte y cultura y una tentación cubana justo en el lugar donde la ciudad late con más fuerza.
El Adán y Eva debe su nombre al preparado creado por el cantinero cubano Sergio Ramírez, ganador en 2003 del campeonato mundial de la Asociación Internacional de Bartenders (IBA, por sus siglas en inglés) en la categoría de coctelería clásica. Sergio compuso el trago a base de licor de manzana, vermut blanco, ron Havana Club 7 años y unas gotas de Campari, un aperitivo con un punto semiamargo y semiseco que constituye un regalo para los sentidos.
El Adán y Eva -el proyecto cultural- comparte la misma filosofía: los mejores cócteles de siempre se sirven con exquisitas tapas cortesía de la casa -una rareza en Cuba-, y todo en un espacio sofisticado pensado hasta el más mínimo detalle para el disfrute, desde el diseño de sus muebles hasta el tono de las luces, en un ambiente cosmopolita y creativo en el que se integran música en vivo y DJs, exposiciones de artes visuales y diseño, presentaciones de libros y revistas, intercambios con artistas y muchas iniciativas más.
El Adán y Eva se levanta temprano. Y propone tres momentos bien diferenciados para sus clientes. Por la mañana, “El despertar” abre el día con variedades de jugos y batidos de frutas naturales, cocteles de cafés y snacks ligeros cargados de energía y vitalidad. A esa hora la luz penetra por los ventanales que dan a La Rampa, frente al cine Yara, y se filtra cálidamente por el lobby de este hotel que es parte de la historia de La Habana. Colgados de las paredes se muestran testimonios gráficos de aquellos días convulsos de enero de 1959, cuando el Habana Libre fue utilizado como puesto de mando de la revolución, y presente y pasado se reflejan al mediodía en las copas colgadas de la barra circular.
Adán y Eva Al Conocerse, al comenzar la tarde, invita al descubrimiento y la intimidad con cocteles clásicos, frescos y divertidos, acompañados de sugerentes tapas como los cucuruchos de queso feta con mus de higos. Es el momento del daiquirí frappe o natural (los hacen excelentes), del mojito y de otros combinados clásicos cubanos como el Havana Special (marrasquino, jugo de piña y ron blanco, servido en copa alta de champán) o el Mary Pickford (jugo de piña, ron blanco y granadina, preparado en homenaje a la popular actriz norteamericana), y esa es la hora de probar del compuesto creado por Sergio, que puede consumirse tal y como él lo creo o como trago largo, mezclado con agua de tónica, o sustituir el ron por ginebra, tequila, o whisky, según el gusto de cada cual.
Al caer la noche llega “El pecado”. Rugen las batidoras y Adán y Eva propone una experiencia más atrevida, un momento para entregarse sin límites a su excelente cartas de ginebras y tónicas -los Gin Tonics son excelentes-, los ron Collins, las piñas coladas, los rones extra añejos y los cócteles más sofisticados aromatizados con hierbas y frutas locales. Todas las bebidas, a cualquier hora del día, se acompañan de tapas, y al ponerse el sol es la hora de los DJs y de la buena música. Si es jueves, la música alternativa de los chicos de Sweet Lizzy Project se apodera del ambiente y fascina a los viajeros. Sus descargas son acústicas, versiones de los temas que han compuesto en su corto andar -cuatro años de vida- que comenzó con «The Beginning», el primer disco en solitario de Lizzy.
Su voz es embrujadora. Y forma parte de una filosofía y de una iniciativa cultural que cada día sorprende y se enriquece entre cócteles de fuego mientras uno se deja llevar por la maravilla de La Habana.