Corría el mes de octubre de 1991 y acababa de visitar la Cuba el entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, invitado por el presidente cubano, Fidel Castro. Aquella histórica visita transcurrió entre queimadas, discursos, partidas de dominó y una romería multitudinaria en los jardines de la Tropical, donde se consumieron toneladas de pulpo que Don Manuel mando a traer de Galicia para la ocasión y que sirvieron de una especie de exorcismo para espantar todo lo malo, que no era otra cosa que la grave crisis económica que se avecinaba. Nada más terminar el viaje, se celebró en Santiago de Cuba el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba y para la ocasión se inauguró en la ciudad el moderno teatro Heredia, la plaza de la revolución Antonio Maceo y el hotel Santiago, administrado por Meliá desde 1999, que hoy celebra su 25 cumpleaños.
Desde aquellos tiempos de incertidumbres, el hotel Meliá Santiago -o simplemente el Santiago, como lo han llamado siempre los vecinos de esta capital oriental- se convirtió en un referente y no sólo por ser uno de los más altos de la ciudad, sino por su calidad de mirador privilegiado desde donde contemplar la historia de Cuba y recrearse en todo lo fabuloso que aquí aconteció, empezando por la fundación de la villa, en 1515, por el adelantado Diego de Velázquez. Años después de aquí partió Hernán Cortes, su primer alcalde, hacia la conquista de México, y también de Santiago salió Pánfilo de Narváez hacia las costas de la Florida y pereció en el intento de dominarla. Con un poco de imaginación, desde esta singular atalaya situada cerca de la Plaza de Marte el viajero puede adivinar la entrada por la bahía de los primeros barcos negreros cargados de esclavos arrancados de África; o el brutal ataque del corsario francés François Le Clerc, también conocido como Pata de Palo, que saqueó la ciudad en 1554 huyendo con un extraordinario botín de 80.000 doblones; o el apoyo decidido de su población a los mambís durante las guerras de Independencia y la batalla naval de Santiago, el 3 de julio de 1898, en la que el Almirante Cervera perdió su maltrecha escuadra compuesta por el crucero acorazado Cristóbal Colón, los cruceros protegidos Infanta María Teresa, Vizcaya y Almirante Oquendo, y los contratorpederos Plutón y Furor, hundidos por la flota de guerra del Atlántico Norte de Estados Unidos. Y ya, en el siglo pasado, el asalto al cuartel Moncada en 1953 por Fidel Castro y sus fieles, acción armada realizada en el corazón de la ciudad que marcó el inicio de la revolución.
Toda esta historia que es la historia de Cuba flota hoy sobre el Meliá Santiago, con la frondosa Sierra Maestra de fondo, y los visitantes también podrán escuchar lo lejos las trovas de Sindo Garay y los sones inmortales de Miguel Matamoros, son de la loma y cantan en el llano, los versos románticos del poeta José María Heredia, el grito de guerra de Antonio Maceo y los cantos negros de las plantaciones de café traídas al oriente de Cuba por los franceses huidos de la revolución de Haití (cuyos restos fueron declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, igual que la fabulosa fortaleza de San Pedro de la Roca, que defiende la entrada de la bahía).
Aquí está además la tumba de José Martí, y la del trovador Compay Segundo, y el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, donde Ernest Hemingway depositó como ofrenda la medalla del Premio Nobel que ganó en 1954. Y qué decir del sonido embrujador de la corneta china del carnaval, y de la maravilla del parque Céspedes o de las empinadas callejuelas cuajadas de joyas arquitectónicas eclécticas y de la época colonial, y más aún de la mezcla de culturas y razas que hicieron de Santiago la capital cultural del Caribe que es hoy.
