En el centro sur de Cuba hay un lugar que encanta y atrapa sin remedio a quienes lo visitan. Establecida en 1514 por Diego Velázquez, la Villa de la Santísima Trinidad se cuenta entre los siete asentamientos fundacionales de la conquista española. Atesora ya más de medio milenio de existencia, pero el excepcional estado de conservación de sus inmuebles, la singularidad de sus plazas y callejones, junto a las tradiciones que se mantienen en la memoria de sus habitantes, la convierten en una de las urbes coloniales mejor preservadas de América Latina. Hoy hemos seleccionado para ti diez experiencias que te permitirán vivir todo el encanto de la también llamada “Ciudad Museo”. ¡Comencemos!
- Recorre la Plaza Mayor. Es el corazón del Centro Histórico, pues a ella conducen todas las calles de la villa. No te pierdas la imponente iglesia que la preside, ni tampoco las majestuosas mansiones esparcidas a lo largo de todo su perímetro. Muchos de estos edificios son ahora interesantes museos, a los que te recomendamos encarecidamente que entres (más adelante te hablaremos de algunos). Adoquines en el suelo, ventanas enrejadas con filigranas, tejas de barro… la sensación de estar en otro siglo será inevitable y encantadora. La plaza es también el centro de la vida cultural y social de los trinitarios, por lo que si buscas la verdadera alma de Cuba en tu viaje, has llegado al lugar correcto.
- Llénate de nostalgia en el Museo Romántico. A un costado de la plaza, las catorce salas de esta casona exhiben objetos de uso diario pertenecientes a familias célebres de Trinidad durante los siglos XVIII y XIX. Lencería, muebles, lujosas porcelanas, lámparas, orfebrería: los amantes de las artes y la decoración estarán aquí a sus anchas. También conocido como Palacio Brunet, el museo tiene un espléndido patio interior reconocido entre los más bellos de Cuba. ¡Ideal para tus fotos de viaje!
- Visita el Convento San Francisco de Asís. Puede que hayas visto algunas espectaculares imágenes donde se muestran los tejados rojizos de Trinidad, el campanario de la iglesia principal y a lo lejos las verdes montañas del Escambray. Fotos así se obtienen subiendo a lo más alto de este retiro, donde tendrás la mejor panorámica de toda la ciudad e incluso podrás ver el mar. No es eso lo más interesante: el convento alberga una muestra de la historia cubana tras la Revolución de 1959, época en que los lugareños se organizaban para enfrentar las cuadrillas de bandidos que asolaban la región. Te lo recomendamos.
- Aprende sobre la arquitectura colonial en su propio museo. Otro palacete cercano a la Plaza Mayor, donde verás desde una colección de puertas antiguas hasta los baños originales y las duchas que se usaban en el siglo XIX. El edificio es también una joya arquitectónica, con sus galerías que rodean el típico patio central, sus originales techos y las obras de carpintería que lo adornan.
- Prueba la canchánchara. ¿La qué…? Pues sí, entre fotos y museos tómate un momento para saborear este cóctel que tiene sus orígenes en las guerras de independencia. Cuentan que los ejércitos cubanos –los mambises- acostumbraban combatir el frío y dar energía al cuerpo con una mezcla explosiva de miel de abejas, jugo de limón y aguardiente. Solía beberse caliente en recipientes hechos con cáscaras de frutas; hoy se le añade hielo y se sirve en unas tacitas de barro chulísimas. ¿Dónde tomarla? En una taberna de la calle Real del Jigüe, sólo di la palabra clave: CAN-CHAN-CHA-RA y cualquier cubano sonriente te indicará el camino.
- Toma lecciones de arte con Yudit Vidal Faife. Esta pintora contemporánea mantiene en su propia casa un estudio taller donde comparte a los visitantes el proceso creativo de sus obras. Escuchar sus anécdotas, ver Trinidad reflejada en dibujos y cuadros, aprender sobre las numerosísimas leyendas que circulan por la ciudad y que ella ha ido recopilando, será una fantástica manera de aprender sobre esta ciudad única. “Yudit te recibe con los brazos abiertos y con toda el alma” cuenta un testimonio en TripAdvisor. ¿La visitarás?
- Encuentra tu ritmo en la Casa de la Música. No hay ciudad, playa ni campo cubanos donde falte el baile, y Trinidad no es la excepción. Imagínate una amplia escalinata que rodea el escenario como un anfiteatro, donde, al caer la tarde, las mejores orquestas interpretan sones, rumbas, salsa… Las notas son tan contagiosas que en pocos minutos se llena la pista de bailarines aventureros. Si te sientes tímido, date ánimo con una cerveza fría o un mojito. ¡Movimiento de pies garantizado!
- Mira el Valle de los Ingenios desde lo alto. Testigo silencioso de los imperios azucareros que hicieron la riqueza de Trinidad, el Valle de los Ingenios fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1988, junto al Centro Histórico que ya conociste. Antiguas plantaciones, haciendas y barracones de esclavos pueden visitarse durante una jornada cuyo momento cumbre será la subida a la famosa torre Manaca-Iznaga, descubriendo más y más bellezas a cada paso de la ascensión. Al bajar, pide un guarapo: saborear el jugo fresco de la caña de azúcar es lo que necesitarás para completar la experiencia. Importante: el valle está a 13 kilómetros de la ciudad, por lo que deberás contratar el transporte en los burós de ventas de tu hotel o pedir el consejo de tu agente de viajes.
- Valora las creaciones de la artesanía local. En el año 2018, expertos internacionales otorgaron a Trinidad la condición de Ciudad Artesanal del Mundo. Y lo merece: ya sea en los callejones de la ciudad o en el propio Valle de los Ingenios, las más delicadas creaciones de hilo y aguja te esperan. Bordados, crochet, encajes de varios tipos, deshilados que admiran por su belleza y por la habilidad necesaria para su elaboración, son algunas de las técnicas que emplean desde hace décadas las familias artesanas. Llévate a casa un blanco mantel de hilo, un exquisito juego de servilletas, una sábana, un vestido… o simplemente la imagen de todos los tejidos ondeando al viento bajo los portales centenarios.
- Refréscate en el Salto del Caburní. Esta cascada de 65 metros de altura es uno de los mayores encantos del Parque Natural Topes de Collantes, a 15 kilómetros de Trinidad (existen servicios de transportación por ómnibus o taxi). El sendero que conduce a la cima es altamente recomendado por quienes aman la naturaleza; y aunque llegar a lo más alto puede parecer un desafío, vale la pena tomarlo para disfrutar de la biodiversidad tropical, los exuberantes paisajes y al final, un baño en sus cristalinas aguas.
Bonus: Relájate en la playa Ancón
Confiésalo: todo este tiempo te has estado preguntando si podrás ir a la playa durante tu estancia en Trinidad. ¡La respuesta es sí! A diez minutos en taxi o bus te espera Ancón, lugar ideal para una mañana de relax o para despedir el día (los atardeceres que allí se ven son muy famosos). La playa tiene áreas de sombra y chiringuitos por si te entra hambre, las opciones van desde un sándwich hasta la deliciosa langosta del Caribe, todo acompañado de los cócteles que prefieras. Mar azul y casi siempre en calma, arenas blanquitas y cálidas… mejor no te contamos más, ¡anímate a descubrirlo!
Muy pronto abrirá sus puertas en el destino el Meliá Trinidad Península, una instalación cinco estrellas de 401 habitaciones, recomendado para circuitos, familias, parejas y eventos de todo tipo.
https://youtu.be/1zyFtx_mTi4
Esperamos que ahora mismo estés buscando la mejor forma de incluir Trinidad en tu próximo viaje a Cuba. Amada por quienes la habitan, hospitalaria con los viajeros y reliquia de la época colonial, esta ciudad es un tesoro de la historia y la cultura latinoamericanas. ¡No te decepcionará! Pon en práctica nuestras sugerencias, y como sabemos que vas a disfrutar al máximo cada una, ya nos damos por satisfechos.