Se mezclan el coco y la piña en la coctelera mientras un festival de botellas Havana Club decoran el bar del mirador de Bacunayagua en el legendario Valle del Yumurí. Bienvenidos a la provincia Matanzas, anuncia un cartel en la carretera indicando la llegada a otro de los destinos turísticos cubanos con más contraste. De este punto en lo adelante la izquierda se convierte en un mar de petróleo hasta el arribo a la homónima ciudad de los puentes.

Llegando desde el Oeste, por el circuito norte, Matanzas se presenta toda bahía en una consecución de construcciones bajas que bordeando su puerto le dan la bienvenida al visitante. Mucho turismo ha corrido por aquí desde que fueron construidos los primeros hoteles en Varadero, ese accidente geográfico con más de 20 kilómetros de playas que existe en la península de Hicacos. Allí se congregaban familias cubanas y americanas a veranear en los 20s, hasta que la voz se corrió entre más conquistadores del ocio. No ha cesado desde entonces el tráfico de viajeros hacia un destino que hoy se ha consolidado más allá del sol y la playa. La otrora considerada por los cubanos como “la playa más hermosa del mundo”, es ya un resort de marinas, golf, entretenimiento, convenciones y congresos.

Sin embargo, no es Varadero, el ombligo del mundo matancero. No para el viajero en busca de la historia al menos. Resulta más atractivo seguirle la pista a la ciudad que viendo nacer a tantas figuras renombradas de la cultura cubana se ganó en la voz popular el apelativo de Atenas de Cuba.
Con 29 puentes en activo uso, es la urbe merecedora también de su segundo apodo, la ciudad de los puentes. Cuatro de ellos datan de más de cien años conectando los caminos de la comunidad sobre lo que un día fueran 4 ríos.
Puente tras calle, devela Matanzas sus atractivos más relevantes, la Plaza Vigía, desde donde las calles de la ciudad comenzaron a planificarse, el teatro Sauto con sus detalles neoclásicos y el Palacio de Junco contando la historia de Vicente de Junco Sardiñas, un terrateniente propietario de esclavos. Se suman al conteo el Museo Farmacéutico, la Plaza de la Libertad, la Capilla de Monserrat y el Castillo de San Severino, uno de los destinos del proyecto ruta del esclavo.

Las Cuevas de Bellamar un poco más hacia el Oriente, asombrarán al visitante a través de 20 kilómetros de galerías y sorprendentes figuras moldeadas por las aguas durante varios siglos. Encontrarán aquí un motivo para amar esta tierra los forasteros con más vocación naturalista.

Partiendo hacia el Sur a encontrar la autopista nacional, tiene Matanzas otras de sus maravillas, la Península de Zapata, el sitio Ramsar famoso por sus cocodrilos, pájaros de observación y la Bahía de Cochinos. Aquí, en la misma playa donde el 1961 se vistió de batalla financiada por la CIA, circulan cangrejos de tierra para desovar en las rocas de la superficie.

En sus cuatro puntos cardinales, es Matanzas, la tierra de los contrastes donde se mezclan la historia, la diversión, la naturaleza, la aventura y el aprendizaje, como la piña colada de Bacunayagua en muchísimos más sabores.