No importa si hablamos de Cupido o Eros. Tampoco determina el hecho de que portemos arco y flecha, o que podamos abrir nuestros brazos como si de aletear enamorado se tratase. Cada año, ante la inminencia de febrero, San Valentín revisita a los enamorados de todas latitudes, Cupido carga su aljaba y el misticismo de ese día baja a nuestras realidades terrenalizado.
Siempre las islas se han antojado un destino paradisiaco para desatar el deseo, dejarse flechar por el amor o sencillamente servir de nicho a aquellos melómanos perennes. Con esas credenciales Cuba y La Habana se pintan solas como blancos de interés, esos en los que usted puede desterrar todos sus miedos, ganarle la batalla al tartamudeo, mostrar una alianza e invocar a todos los dioses para que le iluminen el alma con un sí.
Con un poderoso magnetismo histórico se erige el Café del Ángel, justo al fondo de la Iglesia del mismo nombre. Allí, usted podrá declararse, poseído por la historia de amor de Cecilia Valdés, aquella mulata suntuosa que decidió seguir sus sentimientos e involucrarse con el violinista pobre José Dolores Pimienta, rechazando toda la pompa y el lujo que muchos personajes acaudalados o descendientes de la nobleza del siglo XIX le ofrecieron.
Si inspiró con su belleza incomparable y su sencillez inusitada al novelista Cirilo Villaverde, su conquista de seguro transitará por cauces de éxito, máxime cuando en un entorno cercano podrá aderezar la velada de petición con esa brisa costera fina y la mirada perdida en el horizonte, manos entrelazadas y un andar acompasado, como levitando a cada paso que dé en busca del mar aliado, de la entrada de nuestra Bahía, de ese ángulo que caprichosamente La Punta y El Morro se han enfrascado en eternizar. Además del aura de caminar por calles adoquinadas, sentir el eco de un susurro y hasta contar con la venia de algún representante de Dios si por el contrario se adentra en el corazón de La Habana Vieja, Plaza de la Catedral u otro de sus muchos sitios cautivadores mediante.
Si el mar tiene que jugar un rol protagónico en su plan de conquista, entonces cruce el Túnel y ancle en La Divina Pastora. Cena romántica, crepúsculo dibujado a mano, intimidad como aliada fiel, se cuentan a simple vista en una carta tentativa de argumentos para su posible elección.
En su recorrido por nuestra ciudad Maravilla, en ese intento de tatuarse un febrero eterno en el lienzo de las emociones, las alturas siempre han sido un escenario romántico por excelencia. El estar más cerca del cielo, perder la mirada en las nubes, robar un beso con las estrellas como testigos, no tiene comparación.
Hay varias escalas en el Vedado citadino, Miramar o Centro Habana, que como cantar de ninfas atrapan. Si el vértigo no se halla entre sus enemigos, y si ha decidido pulsar la urbe, salir de alguna de las instalaciones de Meliá que escogió para hospedarse, y adentrarse en la vida de La Habana entonces en este abanico que refresca a melómanos puede decantarse sin margen de error por los restaurantes-bar La Torre, La Flauta Mágica, Vista Mar, 7 Días…
Eso si no opta por quedarse en casa donde podrá disfrutar de una noche movidita en el Habana Café en el Meliá Cohiba, o el Bar Siboney en el Tryp Habana Libre, con los mejores cocteles de la ciudad, entre los que se halla el mítico Adán y Eva.
Reza un adagio añejo que el amor entra por la cocina. Y sí que parece perdurable o efectivo. ¿Acaso no hemos sido partícipes o testigos de una invitación a cenar, de un ambiente perfectamente orquestado para la ocasión con un manjar exquisito, un buen vino, la luz de las velas…?
Pues esos sitios combinan tales ingredientes. Y de primera mano les recomiendo Habana Blues, una especie de sitio del arte que fusiona buena comida, excelente servicio, acompañamiento de poesía, piano, baladas, boleros y hasta tango de la mano de varios exponentes de nuestras artes escénicas. Como su nombre lo indica, Habana Blues es ese hábitat de actores-gastronómicos, que en un enclave finamente decorado y un ambiente de confort extremo, harán de su velada una memorable. A tal punto que querrá repetir la visita, y hasta ver el filme cubano del mismo nombre.
La Habana también destaca por ser un escenario multicultural diverso. Si su deseo de cautivar pasa por la música, de seguro hallará respuestas o parlamentos románticos que lo acompañen si se une al Jazz Café o el Café Miramar. Un toque intimista, acompañado de buen jazz, blues, o exponentes de la canción romántica de nuestra vanguardia le guiñarán un ojo, le dedicarán un tema de ser necesario a su fiancé, y contribuirán sobremanera al éxito de su estratagema amorosa.
https://www.youtube.com/watch?v=9-99SJ4lQFk
El recorrido pudiera durar días, más de un mes incluso solo en la capital de Cuba. Claro, que el 14 de febrero, San Valentín, Cupido y Eros, es simplemente cuestión de fecha, de exacerbar pasiones, de declaraciones y almas al desnudo… por suerte el segundo mes del año es el más corto, como muy a pesar, este recorrido por posibles destinos donde desembarcar nuestra espiritualidad, no importa si cubiertos de misticismo, o en el modo de visitante pragmático. Usted haga sencillamente su elección. Cuba, La Habana y Meliá, están prestos a tenderle su mano.