Muchas guías de viaje te mostrarán el Viñales maquillado, la occidental región de montañitas peculiares que la UNESCO nombró “Paisaje Cultural de la Humanidad” en 1999 y el marketing añadió a la lista de los destinos turísticos más populares de Cuba.
Poco a poco irán describiendo sus lugares, el magnífico valle a punta de fotógrafo en el mirador los Jazmines, la cueva del Indio con sus estalactitas y estalagmitas figurativas decorando el cauce subterráneo de dos ríos, y el mural de la prehistoria uniendo a la naturaleza con el hombre a través de 120 metros de largo por 160 de ancho en obra de arte en la montaña.
Seguirán el Palenque de los Cimarrones, el Rancho San Vicente, la cueva de Santo Tomás y otros datos geográfico-biológicos que pondrán al lector al borde del “call to action”. Todos hablarán del pequeño pueblo y sus moradores, del tabaco cubano, cuyo cultivo, asentado algunos kilómetros hacia el Oeste, se ha convertido en el sello de la provincia Pinar del Río. Es esta la madre administrativa del inmenso valle, una agregación de 11 municipios en el que Viñales trasciende como referente de desarrollo turístico local. Las imágenes propinarán el tiro de gracia, la muerte turística anunciada que conducirá a los vacacionistas a un cielo temporal.
Lo cierto es que pocos viajeros se sienten decepcionados con el sitio también nombrado Parque y Monumento Nacional. La mayoría, llegará aquí como parte del tour del día o enrolada en algún circuito convencional de su agencia de turno. Para este grupo, tan solo la observación de Mogotes y el descubrimiento pasivo de los principales atractivos constituirán una experiencia cinco estrellas.
Otros, individualmente poseídos por la Internet y los económicos precios de casas particulares , perseguirán metas turísticas menos contemplativas como escalar montañas nobles o interactuar con la flora y fauna acompañados de guías locales. Compartirán con clientes de operadores especializados, los senderos de aves como el tocororo o el carpintero real, el silbido del majá de Santamaría o el asecho de la jutía conga en la maleza.
Para aquellos obsesionados con la historia, 47 sitios arqueológicos develarán unos de los pasados aborígenes más conservados del país. Alrededor de 19 de ellos mostrarán evidencias funerarias pre-colombinas y 20 exactamente pruebas del asentamiento de esclavos africanos en fuga de la opresión colonialista.
Las angostas carreteras atraerán a otro estrato de visitantes, los ciclistas de temporada. En los días frescos del invierno pinareño, las bicicletas inundarán los rincones del pueblo de casas bajas, colmado de comercios y pequeños kioscos frutales. Pedalistas europeos en su mayoría, tomarán el valle en hordas de 5 a 10 integrantes. Los pobladores se adaptarán a su presencia, abriendo espacio a los ciclos en los patios, en los portales, en las fincas o en los establos.
Los espeleólogos arribarán con la ruptura del verano justo después que los senderistas se hayan marchado con el despuntar de las lluvias de Mayo.
También trotarán en la pequeña ciudad e inmediaciones los domadores de caballos. Descansarán de una a dos noches, en el valle y cabalgando en dirección al Oeste o al Este según su programa.
Seniors, Baby Boomers, estudiantes, viajeros de incentivos, eventistas en tiempo libre, pasajeros de cruceros, fotógrafos consagrados, científicos en investigación, todos encontrarán una razón para aventurarse a 210 kilómetros de la Habana.
Allí en el corazón de la Sierra de los Órganos, es Viñales, una obra natural surrealista esperando a ser escaneada por los más variados ojos.
Muchas guías de viaje te mostrarán el Viñales comercializado, un hit entre los destinos turísticos cubanos. Solo la experiencia lo transformará en las vacaciones deseadas ya sea a lomo de caballo, en bus pre-pagado, en excursión a la medida, a la caza de murciélagos, en casa de familia, en acampada a cielo plano, al mando de dos ruedas, en luna de miel, en invierno o en verano.