En Cuba no hay fiesta sin música ni celebración que se precie en la que no se acabe bailando. A diferencia de otros países donde todo sucede alrededor de una comida o de lo que se conversa en una sobremesa con picadera, en La Habana y en toda la isla la música está en el centro de todo y no importa la edad ni la filiación política a la hora de gozar y disfrutar. La música no sólo es necesaria en Cuba para desmerengarse sin la existencia de un pretexto, también lo es para vivir. Conviene saberlo ahora que comienza el año, pues en toda La Habana funcionan y hierven peñas musicales de los más diversos géneros y ritmos, incluidos el chachachá y el mambo, donde acuden los más mayores, y también peñas de rumba, y de música electrónica, y de rap, y también noches azules de jazz afrocubano.
Conocer y participar en alguna de estas peñas y sumergirse en su psicología y sus ritmos junto a los habituales que las frecuentan, es buen modo de bucear en las raíces de Cuba y someterse a un primer baño de inmersión en la realidad más auténtica. Son decenas las peñas que todas las semanas tienen lugar en la capital cubana y en las principales provincias (algunas tienen frecuencia mensual), hoy conoceremos tres muy singulares de La Habana a las que se puede sumar cualquier visitante.

Todos los martes, a las 4 de la tarde -aunque el arranque nunca es puntual- se presenta en el Palacio de la Rumba de Centro Habana El Septeto Habanero, agrupación de trova tradicional fundada allá por 1920 y que curiosamente fue una de las primeras en Cuba en actuar uniformada. En el local hace un calor de espanto y los tragos son bastante mejorables -confórmese con ron a pelo y cerveza no muy fría-, pero el mundo se acaba cuando comienza la orquesta y suenan las estrofas de la primera canción, ‘Helo aquí/ Septeto habanero/ Melodioso/Aquí está’, .
Danzones, sones, chachachás, boleros de toda la vida y guarachas de doble sentido caen una detrás de otra, muchas con estribillos tan filosóficos como divertidos, como ese que dice ‘Me dicen la zeta/estoy en las últimas’, o aquel que es seña del grupo – ‘Si quieres alegrar tu corazón / y que en tu alma la tristeza disminuya / escucha al Habanero que no hace bulla / y luego, si quieres, te tomas un ron’. Tan personajes son los mayores del conjunto, que hasta tienen cuentos de cuanto tocar el bongó estaba mal visto, hace 70 años y más, como los asiduos que van allí a bailar en un ladrillito, gente humilde, jubilados, ex trabajadores de empresas estatales y hasta una anciana ama de casa, ciega pero que aún baila y no se pierde una. Extranjeros, algunos, pero pocos, y atentos al formato instrumental del Septeto, que lleva guitarra, tres, bongó, contrabajo, trompeta, maracas, claves y voces de las de antes.
Otra peña totalmente distinta es la del trovador Ray Fernández, en el Diablo TunTun (Casa de la Música de Miramar), todos los jueves desde las 6 a las 9 de la tarde. Ray es inclasificable, es trovador, humorista, poeta, showman, y lo mismo invita al escenario a un cantante chino a que le acompañe en una singular versión de A mi manera, que canta él en ruso o en Euskera, hace riffs de Led Zeppelin y Deep Purple, o interpreta increíbles temas arreglados por él con letras de Miguel Hernández o Lezama Lima. Ray es un cronista social, descreído e irreverente, y su repertorio personal, con canciones que ya son legendarias, como El gerente, Matarife o Lucha tu yuca taíno, tienen tanto la fuerza del rapero como la poesía del trovador. Algunos dicen que sus descargas son las más espectaculares de La Habana -el local siempre está abarrotado-. Ray Fernández parodia, hace décimas, improvisa, canta temas de Cheo Feliciano, de Silvio Rodríguez y del que haga falta, y lo mismo pasa del rock al son o del castellano al cantonés con el mayor descaro. La risa y el baile están asegurados.
Para los más noctámbulos, todos los miércoles a las 12 de la noche o más, están Roberto Carcasses e Interactivo en el Corner Café, uno de los locales nuevos surgidos al calor de la apertura a la iniciativa privada. Interactivo es jazz afrocubano del bueno, a la vez que un proyecto en el que participan de forma muy libre destacados músicos cubanos, como la rapera Telmary, el trompetista Julito Padrón, el percusionista Oliver Valdés y muchos otros, junto a cualquiera que pase por allí con su instrumento y quiera sumarse al fiestón en el escenario. Una fusión brillante en la que la improvisación y el virtuosismo de los músicos ponen siempre al público a gozar, y da igual que se cabalgue sobre un estándar clásico de jazz como que se le meta mano a un bolero o a un Quiquiribú Mandinga del repertorio cubano; el resultado es siempre un placer y una sorpresa. El público en el Corner es joven, como la noche, que de ahí seguramente te llevará a otro lado.

Junto a las peñas -hay muchas, entérese, aunque hablaremos de otras en nuevos post-, dos aplicaciones para móviles son un buen complemento. La primera es bien conocida, o sino conózcala: se trata de MAPS.ME, con la que puede obtener todos los mapas de Cuba y guiarse con ella por las calles más esquivas de La Habana Vieja y las carreteras más intrincadas, si viaja al interior del país, sin necesidad de estar conectado a Internet, muy importante. La segunda se llama Conoce Cuba y se la pueden poner en cualquier timbirichi de telefonía celular: contiene una guía con los teléfonos y direcciones de los principales restaurantes y paladares, museos, centros de ocio y locales nocturnos que ofrecen música en vivo. Faltan algunos, pero contiene los principales, una ayuda que se agradece dado que en la isla todo cambia con rapidez y quién tocaba hoy aquí mañana toca allá, o la actividad programada para hoy se suspendió porque no hay luz. Como a esas alturas, después de haber pasado por varias peñas, ya usted será un experimentado bailador, déjese llevar.
