En Cuba hay dos grandes fiestas culturales cada año y participar en ellas es todo un rito. La primera es el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, que se celebra en diciembre y convierte la ciudad en una gigantesca sala de proyecciones, de día, y en escenario de un maratón de fiestas y descargas musicales cada noche. La segunda gran celebración -en realidad la primera, tanto por su importancia como por los cientos de miles de cubanos que participan- es la Feria del Libro, que abrió sus puertas el pasado viernes y durará hasta el 19 de febrero en la capital, con Canadá como país invitado y dos centenares de presentaciones previstas.

Al igual que el Festival de Cine tiene su sede principal en un emblemático edificio de La Habana, que no es otro que el majestuoso Hotel Nacional, por donde en el pasado camparon los duques de Windsor, Winston Churchill y hasta mafiosos norteamericanos como Lucky Luciano, el corazón de la Feria del Libro se localiza en otra imponente construcción, la fortaleza de la Cabaña, edificada en el siglo XVIII por las autoridades coloniales para defender la entrada de la bahía y desde donde se tienen las mejores vistas de esta ciudad que durante varios siglos fue llamada la Llave de las Indias.
La fortaleza de San Carlos de la Cabaña, bautizada así en honor al rey español Carlos III, comenzó a edificarse en 1763 en un cerro contiguo al Castillo del Morro tras la toma de La Habana por los ingleses -quienes aprovecharon ese flanco sin defensas para rendir la plaza-, y al terminar su construcción, diez años más tarde, era la fortaleza española más grande de América. En esta localización privilegiada, que después de baluarte militar fue cárcel y al triunfo de la revolución albergó la primera comandancia del Che Guevara en la capital, todos los años cientos de expositores cubanos y extranjeros montan sus stands y transforman los viejos polvorines en un increible salón de lecturas.

Si uno está de visita en La Habana no debe dejar de pasar por aquí, tanto por los valores históricos y arquitectónicos del lugar como para apreciar y vivir el espectáculo de esta gran feria popular, donde el libro manda. Todos los días, entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde, un río de gente y de familias hace suya esta antigua batería defensiva, que llegó a tener más 250 cañones y piezas de artillería, y que con el Morro es una de las atracciones turísticas de la ciudad, junto a los castillos de la Fuerza y de la Punta al otro lado de la bahía.
La Feria del Libro es el momento del año en que los cubanos aprovechan para renovar sus bibliotecas. Durante los días que dura el encuentro, que después de La Habana continúa por todas las capitales de provincia, finalizando a mediados de abril en Santiago de Cuba, las editoriales cubanas presentan más de 700 títulos y ponen a la venta más de cuatro millones de ejemplares, que incluyen materiales de todo tipo, desde reediciones de los clásicos de la literatura cubana, como José Lezama Lima, Virgilio Piñera o Alejo Carpentier, a los últimos libros de los más jóvenes poetas y autores de novela negra.
También la Feria ofrece su espacio a autores bien consagrados fuera de Cuba, como Pedro Juan Gutiérrez, famoso por ‘Trilogía sucia de La Habana’, que presentará este año su ‘Animal Tropical’, o al Premio Princesa de Asturias Leonardo Padura, creador de la saga policiaca del investigador Mario Conde, que acaba de ser llevada al cine y a la televisión por el cineasta español Felix Viscarret. Canada, como país invitado, trae una amplia representación de escritores a esta 26 edición de la Feria del Libro, que este año está dedicada al ex ministro cubano de Educación y Cultura de Cuba Armando Hart.
Aunque la cita cultural tiene su sede principal en la fortaleza de la Cabaña, en toda la capital funcionan más de diez subsedes, una de ellas en otra ilustre institución cubana, la Casa de las Américas, que cada año celebra un famoso concurso literario y cuyo edificio es también ejemplo de buena arquitectura, en este caso de lo mejor del art deco habanero.

Realmente impresiona estos días cruzar el túnel de la bahía y entrar por el majestuoso portón de La Cabaña. Tras cruzar sus fosos, en el interior, de escala monumental -700 metros de largo por 250 de ancho-, están la plaza de armas y los cuarteles, con rampas y calles diseñadas para la circulación para las tropas. Los sábados y domingos la afluencia es masiva, al punto que algunas jornadas es visitada por más de 50.000 personas, que en algunos casos pasan el día en el lugar, donde se vende comida y bebida y también hay presentaciones musicales y actividades infantiles en las calles. Todos los días a las 9 de la noche, cuando la Feria ya se ha recogido, se celebra la ceremonia del cañonazo, una de las grandes atracciones turísticas de la ciudad, que recuerda una tradición de la época colonial, cuando La Habana era una ciudad amurallada. Entonces se disparaba un cañonazo a las 4:30 a.m. y a las 9:00 p.m. para informar a la población de la apertura y cierre de los portones de la muralla y la puesta y retirada de la cadena que cerraba la entrada del puerto, ubicada entre los castillos de La Punta y el Morro. Pocas Ferias del Libro en el mundo se celebran en un escenario tan hermoso.