La sexta villa fundada por los conquistadores españoles en Cuba está de cumpleaños. Es una Habana Barroca, Neoclásica, esencialmente Ecléctica. Su riqueza arquitectónica enamora y seduce tanto como la idiosincrasia de su gente.
Pero La Habana no es una ciudad museo, no exhibe su patrimonio como reliquias en una vitrina. Los tesoros también conviven con nosotros. La capital se abre a sus habitantes y a viajeros de todo el mundo que la quieren apreciar. Es también La Habana de la música, de los trabajadores y constructores, de los artistas, de las sábanas colgadas en los balcones, de los autos clásicos que ronronean desde el amanecer, de las tertulias entre vecinos y el buchito de café compartido.
Es La Habana con el sofá más largo del mundo, su Malecón, donde habitantes y viajeros recalan para tomar la brisa marina y la cuna de cocteles mundialmente conocidos como el daiquirí, el mojito o el Adán y Eva. Es La Habana que abraza la danza y el cine en cada festival, que oxigena el alma de escritores y poetas y con un potencial artístico sin límites; una ciudad que no ha sido arrasada por la modernidad y que conserva como pocas, sus esencias.
Su cotidianidad ha creado una banda sonora, que también, como muchas cosas que suceden en esta ciudad, es singular. En cada barrio se desarrolla un concierto, se crean piezas únicas de la convivencia en las que se mezclan ese diálogo cruzado entre pregones, sonidos de un motor descompuesto de un Chevy de los cincuenta que se resiste a perecer, tambores de una fiesta religiosa que resuenan de cuadra en cuadra, la fusión del son y la guaracha con la música urbana y el eco de un cañonazo que se escucha cada noche a las nueve en punto desde hace tres siglos. Es una sinfonía de estos tiempos, regida por el tono y el ritmo del contexto, caótica por momentos, a veces disonante, a contratiempo, pero siempre original.
Es una ciudad ambientada por el ingenio. Un cartel dibujado a mano en la entrada de una tienda, un agro mercado, la parte trasera de una bici-taxi o en las puertas de bares y cafeterías con el propósito de comunicar algún servicio o inmortalizar una frase, dan cuenta de aquí hasta la gráfica popular muestra el imaginario de su pueblo, su identidad y la filosofía de vida de su gente.
Es también La Habana de fábricas legendarias donde se tuerce el mejor tabaco del mundo y donde el béisbol es una pasión que se debate en las esquinas; una ciudad donde cada rincón tiene su encanto y la luz que atraviesa sus calles la convierten en una fiesta visual.
Este 16 de noviembre, se inicia la cuenta regresiva hacia el medio milenio de la fundación de una las urbes más antiguas del continente americano; una ciudad que, como indica su Historiador, lleva nombre de mujer y como tal, hay que amarla.