Iniciamos con este post la publicación de una serie de trabajos sobre la legendaria ciudad de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, la sexta villa fundada en Cuba por Diego de Velázquez en la isla allá por 1514. Tierra feraz y ganadera situada en medio de una gran llanura mediterránea, la costa norte de Camagüey posee, además, un intrincado sistema de cayos e islotes y paradisíacas playas que deslumbraron al Almirante Cristóbal Colón cuando llegó a las costas de Cuba por primera vez en 1492. La villa tuvo una larga historia: pasó por tres asentamientos diferentes en 14 años, evolucionando hasta convertirse en uno de los centros históricos más grandes y singulares del país por lo irregular del entramado de sus calles, plazuelas, ensanches y esquinas: son 330 hectáreas de Monumento Nacional, de las cuales 80 manzanas fueron declaradas por las Unesco Patrimonio de la Humanidad en 2005.
La apuesta de Meliá por los destinos patrimoniales es clara. Desde que llegamos a Cuba desde hace 28 años sabemos que este país, además de excelentes playas y cayos de ensueño posee una riqueza cultural, histórica y patrimonial única, muy especialmente en lo relativo a su arquitectura, que va mucho más allá de su pasado colonial, pues su fondo arquitectónico de diferentes estilos -art noveau, decó, ecléctico, neoclásico o moderno- es inagotable. Los hoteles que hemos empezado a gestionar este año en Camagüey, el hotel Colón y Gran Hotel son establecimientos legendarios, que son parte de la personalidad de la ciudad, por lo que alojarse en ellos es parte de una experiencia maravillosa, como recorrer las calles y plazoletas de esta extraordinaria villa. En 2019 vendrá la apertura del INNSIDE Camagüey, enfocado al viajero moderno que busca integrar ocio y trabajo en sus viajes, lo que supondrá elevar la oferta turística en esta bella ciudad a otro nivel.
Las pinceladas históricas que podrán leer en las próximas semanas acercaran al viajero a una ciudad y una tierra maravillosa que están indisolublemente unidas al nacimiento de la nacionalidad cubana.
Camagüey 1492: Colón y el descubrimiento del tabaco
Las costas camagüeyanas han sido parte fundamental de una de las polémicas de más larga data en la historia de Cuba: la del sitio donde el almirante Cristóbal Colón llegó a la Isla aquel lejano octubre de 1492, luego de abandonar las que llamó Islas de Arena (hoy las Bahamas) en busca de la costa norte del oriente de Cuba. Se sabe por su diario que el Almirante llegó a un privilegiado puerto que llamó del Príncipe, frente a la mar de Nuestra Señora, donde días después clavó una cruz de madera en la entrada en honor del Príncipe, sin que sepamos hoy de que príncipe se trataba, si del propio Fernando, a quien en ocasiones se dirigió de ese modo en su diario de viaje, o bien de su hijo.
Aunque los estudios históricos más actuales dan la distinción del descubrimiento al actual territorio holguinero, no deja de ser atractiva la hipótesis de historiadores locales que consideran que tal acontecimiento ocurrió en la desembocadura del río Máximo, cerca de la bahía de Nuevitas, en la actual provincia de Camagüey.
Las primeras referencias relativas a la región se encuentran en las crónicas del descubrimiento y la conquista donde, junto a descripciones sobre la exuberante flora y fauna del lugar, los protagonistas de aquella aventura dieron cuenta de un hallazgo que cambiaría a la humanidad.
Después de avistar Colón por primera vez la cayería norte de Cuba el 27 de octubre, la expedición formada por la Pinta, la Niña y la Santa María bojeó durante varios las costas cubanas, entrando en contacto por primera vez con los siboneyes que poblaban la zona. El 1 de noviembre, la escuadrilla tocó tierra en un lugar impreciso y el Almirante quiso aprovechar la buena disposición de los indios para renovar su despensa y al propio tiempo adquirir informes sobre el país.
Colón creía que se encontraba en Cipango y que, por tanto, se hallaba muy cerca de Asia, donde, bajo el reinado del Gran Khan, encontraría minas de oro y plantas de canela, de pimienta y de otras especias. Por ello, cuando el 2 de noviembre escogió a dos de sus hombres, el ayamontino Rodrigo de Xerez y el judío converso Luis de Toledo, para que se adentrasen en el territorio e indagasen sobre lo que allí sucedía, les encargó, como principal misión, entregar al emperador de los chinos las cartas de presentación de los Reyes Católicos.
Xerez y Luís de Toledo, que como buen judío entendía algo de hebraico, y también caldeo y arábigo, fueron acompañados de varios indios que habían acudido a las naves la noche anterior. Desde luego, Xerez y Toledo no encontraron allí el reino de Catai sino el modesto cacicazgo de Maniabon, y decepcionados por el fracaso de su empresa, a su regreso, el 5 de noviembre, ambos contaron a Colón lo que habían visto en la isla durante los tres días de su recorrido.
«Hallaron los dos cristianos [anotó el almirante en su diario] por el camino mucha gente que atravesaba sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano, y yerbas para tomar sus sahumerios que acostumbravan».
Esta primera referencia al tabaco fue mejorada luego por fray Bartolomé de las Casas, quien, en su Historia de la Indias, escribió: «Son unas yerbas secas metidas en una cierta hoja, seca también, a manera de mosquete hecho de papel, de los que hacen los muchachos la pascua del Espíritu Santo, y encendida por la una parte del, por la otra chupan, o sorben, o reciben con el resuello para dentro aquel humo, con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes, o como los llamáremos, llaman ellos tabacos».
Rodrígo de Xerez volvió años después a su tierra natal de Ayamonte. Al conocerse su extrañísimo hábito de echar humo por la boca y nariz, que lo asemejaban, en la España feudal de aquellos tiempos, a un ente diabólico, fue condenado por la Santa Inquisición a varios años de cárcel. Pero el mal ya estaba hecho. La cohoba, nombre que daban los indígenes al rollo de tabaco torcido, se difundió por Occidente con magia similar a la de su origen.