Hacia Varadero nos atraen siempre el mar, las arenas finísimas y un sol que no se cansa de brillar aún en el corazón del invierno. Sus veinte kilómetros de playa nos proponen un sinfín de actividades náuticas y oportunidades de descanso sin estrés, sin embargo, entre palmeras y cocoteros, “la ciudad balneario” posee un atractivo histórico singular, que lo distingue de otros destinos turísticos costeros en el Caribe.
Su conexión con eventos como las luchas independentistas, la implementación de la ley Volstead en los Estados Unidos o la primera guerra mundial es probada. Cada uno de estos hechos enriquece las memorias de un destino que cada año congrega a miles de visitantes de todo el mundo.
La historia de Varadero precede a la conquista de América. Allí habitaron tribus aborígenes devotas a la recolección y la pesca, antes de que la corona española expandiera sus dominios en la isla. Hoy se pueden descubrir sus huellas en las cuevas de San Ambrosio y los Musulmanes, impresas en las paredes como un diarios rupestres.
Favorecida por su configuración geográfica, la región fue enclave destacado en el contrabando de armas previo a la guerra de independencia de 1895. Entre 1884 y 1886, tres desembarcos mambises suplieron de municiones al renaciente ejército libertador, situando a Varadero en los mapas de la navegación clandestina. Al año siguiente, diez familias se asentaron en la zona, estableciendo una pequeña villa de pescadores que habría de permanecer quieta hasta la explosión de la primera guerra mundial. Fue entonces, cuando los cubanos más adinerados, imposibilitados de viajar a Europa, comenzaron a dirigir sus miradas hacia la playa azul, que fue aumentando su popularidad con los años gracias a la urbanización impulsada desde finales de los años 20 por el millonario de origen francés Irenèe Dupont de Naumors.
Casa Dupont, Varadero.
Casas de madera machihembrados, construidas siguiendo patrones arquitectónicos similares a los de la sureña Luisiana y sólidas mansiones de piedra de cantería, fueron configurando el rostro del balneario que a partir de la década del 20 comenzó a poblarse de americanos en busca de alcohol y reposo.
Varadero fue también un punto de encuentro de la mafia nacida durante la prohibición en Norteamérica. Los hoteles y casas de visita de la época que permanecen en pie, atestiguan encuentros y conspiraciones que se archivan como secretos en sus pasillos y salones.
Sobrevive como mito la “Casa de Al”, una mansión reconvertida en restaurante que se especula fuera propiedad de Al Capone, aunque a pesar de las múltiples leyendas creadas alrededor del bello inmueble construido de piedras de cantería, hormigón armado y madera, no existen evidencias de que fuera propiedad del mafioso o que este la haya visitado alguna vez.
La historia del turismo en Cuba en la etapa post-revolucionaria tiene también a Varadero como cronista más destacado. Desde principios de los noventa hasta la actualidad la región ha gozado de gran prosperidad turística, contando con el mayor desarrollo hotelero en el país. Centros comerciales y nocturnos, marinas, delfinarios, y un campo de golf, complementan la oferta que se renueva cada temporada.
Hoy cuando lo más seguro es que nos quedemos en casa, cerremos los ojos e imaginemos Varadero y sus historias, muy pronto, cuando vuelva la calma, los sueños se convertirán en experiencias que contar.