Le llamaban “el Ciego Maravilloso” y no era por gusto. Suyos son algunos de los sones cubanos más conocidos e inmortales, letras que hoy todavía resuenan como himnos de la música popular dentro y fuera de la isla…
“Esa cosa que me hiciste, mami/ me gustó, me gustó…”
“Dile a Catalina que me compre un guayo/ que la yuca se me está pasando…” “Quimbombó que resbala/ la yuca seca…”
¿Recuerdan estos estribillos, que cobraron segunda vida en la voz de las estrellas del Buena Vista social Club, hace dos décadas?
Como su famoso Fuego en el 23, o los montunos El reloj de Pastora o Hachero Pa’un palo, las composiciones de Arsenio Rodríguez marcaron época y dejaron una impronta imborrable en el movido panorama musical cubano de los años cuarenta y cincuenta.
Ni hablar del bolero La vida es un sueño -escrito en 1947 después de viajar a Nueva York y saber que nunca podría recuperar la visión-, que el gran Benny Moré hizo suyo y elevó hasta lo más alto del firmamento…
Después que uno vive veinte desengaños
que importa uno más
Después que conozcas la acción de la vida
No debes llorar.
Hay que darse cuenta que todo es mentira
Que nada es verdad.
Hay que vivir lo que puedas vivir
Hay que gozar lo que puedas gozar
Porque sacando la cuenta en total
La vida es un sueño y todo se va…
Ignacio Arsenio de Loyola Rodríguez Scull, más conocido por Arsenio Rodríguez, nació un día del tórrido verano de 1911 en Guira de Macurijes, un pequeño poblado de Matanzas, cuna del danzón y el guaguancó. Su madre tuvo 15 hijos, siendo Arsenio el tercero, que perdió definitivamente la visión a los 12 años después de que una mula le pateara la cabeza a los 7, pero ni este hecho ni la pobreza que le impidió estudiar evitó que a lo largo de su vida compusiera más de 200 sones, montunos, boleros, guarachas, rumbas, chachachas, mambos, pregones y casi todas las variantes que uno pueda imaginar.
No sólo por ese patrimonio inmenso pasó Arsenio a la historia de la música cubana, sino sobre todo por haber revolucionado las formas, armonías y sonoridades del son con su inmenso genio, que empezó a dar a conocer en 1936 en el Septeto Boston y dos años después en el Septeto Bellamar. Aquellos eran los años de los sextetos y los septetos en Cuba, pero él entendió que aquel formato no era suficiente para la evolución del son que pretendía lograr e introdujo en su agrupación el piano, la tumbadora y varias trompetas, además de destacar el papel del tres (su instrumento) y la voz solista del cantante, inaugurando la época de los conjuntos y transformándolo todo.
Desde 1940 en el Conjunto de Arsenio Rodríguez tocaron grandes de la música cubana como Rubén González, Chapottín, Tata Güines, Miguelito Cuní, Chocolate Armenteros y muchos otros nombres ilustres, hasta que el Ciego Maravilloso se instaló en Nueva York, a mediados de los años cincuenta. En Estados Unidos siguió defendiendo el son hasta su muerte, en 1970, influyendo en toda una generación de músicos latinos de cualquier lugar, por lo que algunos lo consideran el verdadero padre de la salsa moderna. Por ese legado, en el Bronx, el barrio neoyorquino donde vivió parte de su vida y escribió muchas de sus canciones -como la dedicada a su gente, que dice aquello de el elemento del Bronx/ igual baila mambo que danzón/ le gusta la rumba caliente y el guaguancó-, la ciudad de Nueva York en 2013 le dedicó una calle que lleva su nombre, algo reservado a los más grandes.
Hoy, cuando se celebran 80 años de la grabación de su primer éxito, Bruca Maniguá -grabado en 1937 por la orquesta Casino de Playa en la voz de Miguelito Valdés-, las legendarias estrofas de este son afro, que han cantado desde Benny Moré a Ibrahím Ferrer, suenan cada domingo en el Habana Café…
Yo son Carabalí
negro de nación
sin la libertad
no pue’o vivi
De este modo comienza cada noche sus presentaciones en el hotel Meliá Cohiba el conjunto de Arsenio Rodríguez, refundado en La Habana en 1998 con la anuencia de su única hija y del hermano menor del compositor, para seguir después con sus hitos más famosos.
La agrupación, dirigida ahora por el bajista José Dumé, tiene en su repertorio más de cien temas antológicos del Ciego Maravilloso, un tesoro interpretado por sus 11 músicos con total apego al espíritu de Arsenio y absolutamente fiel a sus partituras originales.
Es increíble comprobar cómo, pese a todo el tiempo pasado, estos sones siguen atrapando y a los viajeros de cualquier parte del mundo se le mueven los pies. Si no lo cree, compruébelo: la música de Arsenio Rodríguez ha vuelto a la pista de baile del Habana Café.